Los niveles de actividad física en los niños en edad preescolar parecen decaer, hecho que contribuye a que los niños gasten menos calorías de las que ingieren. Una investigación elaborada en Nueva Zelanda concluye que probablemente éste es uno más de los motivos que explican la tendencia creciente de la obesidad en la población infantil.
Los niños de entre tres y cinco años están al menos 1,5 horas al día, siendo benevolentes, frente a pantallas de la computadora, de televisión o con los videojuegos. De igual forma, pasan el mismo tiempo realizando otras actividades sedentarias, como leer, dibujar o escuchar música. La disminución de la actividad física se va produciendo de forma progresiva, y es a los cinco años cuando el ejercicio se da con menos frecuencia. Estos son varios de los resultados de una investigación reciente elaborada en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) y publicada en «Medicine & Science in Sports & Exercise», la revista oficial de la American College of Sports Medicine.
Este proceso en el que el niño se va volviendo más sedentario de forma paulatina, sumado a una alimentación poco adecuada demasiado rica en hidratos de carbono sencillos, grasas y calorías «vacías» (golosinas, gaseosas o postres), podría explicar los crecientes problemas de obesidad posteriores, cada vez más preocupantes tanto en el ámbito nacional como internacional. Esta obesidad, además, no es sólo un problema a corto ni a medio plazo, ya que varios estudios han constatado que el 75% de estos niños serán obesos en la edad adulta.
Del juego a la televisión
A pesar de la inquieta naturaleza de los niños de esta edad y la falta de juego estructurado, los investigadores neozelandeses intentaron, al principio del estudio, medir de la forma más objetiva posible la cantidad de actividad física de los pequeños. Se pidió a los padres que estimaran la cantidad de horas semanales que sus hijos dedicaban a actividades como bailar, ir en bicicleta, jugar en el patio, participar en actividades organizadas y nadar, así como a otras más sedentarias.
Como parte del estudio, se analizó durante tres años a 244 niños y niñas que al inicio del experimento estaban a punto de cumplir su tercer aniversario, y se les visitó de forma anual. Los resultados mostraron una importante disminución la actividad física según los niños iban creciendo. Las mediciones de actividad física en las edades cuatro y cinco años fueron significativamente más bajas que las observadas en los tres años.
Rachel Taylor, autora principal del estudio e investigadora del Edgar National Centre for Diabetes Research de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), asegura que esta investigación es una «oportunidad para restringir un rango de edad en el que se puedan fomentar hábitos saludables para los niños». Uno de los principales cambios debe ser, para empezar, el paso de la pantalla a actividades como correr, saltar o jugar.
Teniendo en cuenta el rango de edad, además, podría resultar fácil y siempre que sea posible, alentar a los niños a hacer actividades exteriores, apuntarlos a un gimnasio, a practicar deportes o potenciar actividades estructuradas en su rutina que aumenten su exposición al ejercicio físico.
Según las recomendaciones actuales, cualquier persona mayor de dos años de edad debería realizar entre 30 y 60 minutos de actividad física de intensidad moderada, casi todos los días de la semana. Esta actividad puede estar relacionada con acciones cotidianas, como caminar, subir y bajar escaleras o trabajar en el jardín o en las tareas de la casa. En el caso de los más pequeños las actividades deben estar más relacionadas con el aspecto recreativo y llevarse a cabo a lo largo del día en periodos de no menos de diez minutos.
Los resultados de los estudios evidencian la necesidad de realizar un programa preventivo que pueda reducir la incidencia de la obesidad infantil. La colaboración de los padres es imprescindible para que estos programas funcionen, ya que son sólo ellos, teniendo en cuenta la edad de sus hijos, los únicos que pueden cambiar la situación. La formación a los padres y el asesoramiento son importantes para que los niños no desarrollen obesidad, de la que se derivan muchas enfermedades que empeorarían su calidad de vida en el futuro.
Dr. David Sznajderhaus
MN 70.630
Especialista en Obesidad